El problema del madurismo: la polarización que desafía al chavismo
Nicolás Maduro alcanzó la presidencia respaldado por el enorme capital político heredado de Chávez; esa “unidad popular” que en el ámbito político se denomina chavismo.
La fuerza electoral chavista, la más grande y mejor organizada del país, logró victorias políticas contundentes que posibilitaron el avance de la revolución bolivariana. El chavismo, en su diversidad, se mostraba unido, con alta conciencia política, inspirado y fortalecido en sus luchas. Su base electoral, alrededor del 23% del REP — unos 4.2 millones de votos — por años lució sólida e inquebrantable.
No obstante, después de diez años de madurismo, diversas encuestas evidencian su debilitamiento.
El informe de entorno político de marzo 2023 de la consultora “Poder y Estrategia" muestra la base política chavista dividida en su apoyo a Maduro en partes iguales. Revelación respaldada también por Delphos en sus investigaciones de febrero.
Esta tendencia se ha gestado a lo largo del tiempo, en la medida que el chavismo ha ido tomando conciencia de la realidad del madurismo en su práctica política.
El pueblo que se rebeló ante el plan de ajustes neoliberales de los 90, y cuyo saldo de luchas se sintetiza en el proceso histórico conocido como chavismo, ha sido sometido, durante el madurismo, a un ajuste socioeconómico sin precedentes en América Latina en cuanto a su alcance y brutalidad.
La narrativa madurista siempre ha atribuido las sanciones imperialistas a la debacle económica del país. Sin embargo, ante el más reciente escándalo de corrupción de su élite, el pueblo responde con la consigna: “no es por el bloqueo, es por el saqueo”.
Este choque extendido entre la narrativa y la realidad genera un cortocircuito interno en el chavismo, que desnuda al madurismo.
Ociel López, en su premiada etnografía del chavismo Dale Mas Gasolina, afirma: “Su peor decisión será dividirse internamente porque el mayor logro de Chávez y el chavismo es unir a todos los sectores y corrientes populares, desde el más malandro hasta la más evangélica; desde el viejo adeco hasta el guerrillero; desde el que admira el folclor hasta el tuki; el patriota y el colombiano o cotorro”.
Hoy, el madurismo ha fracturado esa unidad.
Chavismo dividido y polarizado
Chávez utilizaba la polarización como estrategia de unificación y movilización electoral de sus fuerzas.
Pero cuando las narrativas políticas no están ancladas a la realidad, erosionan la confianza y promueven la revaluación de sus propias identidades. Esto es lo que ocurre con Nicolás Maduro, cuyas políticas y práctica ética resultan tan contrarias al proyecto chavista que la polarización opera hacia lo interno, fracturando el “voto duro” chavista. Y aquí lo novedoso: el chavismo nunca antes había enfrentado la necesidad de recomponer su voto más comprometido; un “logro” que le debe al madurismo.
La debacle electoral que le espera al PSUV si postula a Nicolás Maduro como candidato presidencial está anunciada.
La sociología del voto demuestra que el “votante desencantado” se abstiene de participar en el proceso electoral siguiente a su desilusión, para luego votar en contra en los procesos subsiguientes.
No faltará quien argumente que la abstención le juega a favor de Maduro. Efectivamente, en un escenario electoral “normal” sería así, pero no en una contienda que desde ya se perfila que movilizará a una gran cantidad de votantes opositores, entre quienes parece haberse impuesto finalmente el raciocinio electoral sobre la idea insurreccional promovida por cierta dirigencia irresponsable.
La fractura dentro del chavismo y la polarización interna son desafíos significativos para el futuro del movimiento político chavista. Si el PSUV desea mantenerse como una fuerza relevante en la política venezolana, será necesario que se reevalúe y se ajuste a las demandas y expectativas de su base. La unidad del chavismo dependerá en gran medida de su capacidad para adaptarse a estos cambios y encontrar un liderazgo que pueda reconectar con sus seguidores y retomar el legado de Chávez de manera más auténtica y efectiva, superando el madurismo.