Por una nueva Batalla de Santa Inés
Uno de los justificadores del madurismo expresaba el domingo la envidia que le producía la primaria opositora.
Exponía al sol lo que muchos llevan por dentro.
No es de extrañar, ya que el chavismo elevó la participación democrática como pilar central de su revolución política. Para reafirmar la soberanía popular, llevó a cabo referendos, convocó a una constituyente, sometió una nueva constitución al voto popular y enfrentó tenaces desafíos de la derecha, todo con la intención de devolver el poder al pueblo.
El núcleo de la revolución chavista radica en la democracia participativa y protagónica. Chávez consagró su vida a construir para el pueblo las herramientas y espacios políticos esenciales para su empoderamiento democrático.
Y la práctica comenzaba por su propio partido.
Me la juego con las bases
“Me la juego con las bases, me la juego completa. Me la juego con el pueblo, y las bases son el pueblo hecho partido”, decía Chávez en un famoso discurso por allá por el 2010 al responder a la siguiente intervención del entonces gobernador Tarek Williams Saab: “una de las cosas más positivas que el Partido Socialista Unido de Venezuela, bajo su liderazgo, ha hecho es permitir que las bases decidan que van a ser sus candidatos, ocurrió en las elecciones regionales del año 2008 y usted vio un gran resultado en la elección de gobernadores y alcaldes que fueron legitimadas por las bases, ocurrió igualmente cuando se escogieron los legisladores y ahora cuando se escogen los diputados nacionales; ello le da una gran ética a este partido insufla una gran fuerza de carácter moral a nuestras bases que van a poder participar y decidir.”
Esta confianza en las bases no era meramente retórica. Chávez, fiel a su palabra, creía que el poder y la decisión debían radicar en el pueblo. Y era este convencimiento lo que le llevaba a hacer llamados audaces, demostrando su fe en la capacidad de movilización y elección de sus seguidores.
Millones de oligarcas
‘No hay 2 millones de oligarcas’, decía el comandante Chávez para convocar a sus bases a enfrentar uno de los episodios políticos más emblemáticos de su era: el referéndum revocatorio de 2004, también conocido como la segunda ‘Batalla de Santa Inés’.
Esa sensación palpable de pertenencia y poder popular que Chávez infundió se ha transformado, en la actualidad, en nostalgia y añoranza, tal como se refleja en el trino al que hice referencia al comienzo.
En contraste con la era chavista, el madurismo, desprovisto del respaldo popular, se rehúsa a admitir una realidad que está a la vista de todos: ese voto chavista emblemático de regiones como la cuenca del Chama, el Valle de Mocotíes, Trujillo, la parroquia San Juan, y Propatria, incluso bajo intensas lluvias o en interminables colas en Barinas, se inclinó abrumadoramente hacia el proceso impulsado por la oposición.
Independientemente de si la señora llega a ser candidata o si permanece inhabilitada — eso es problema de ellos elegir a un no-candidato — es innegable el profundo hastío hacia este gobierno. El chavismo de todas las corrientes sabe que este sentimiento de rechazo por hastío se ha convertido en el principal movilizador del voto.
La reciente primaria no fue tanto una movilización por una propuesta política específica, sino por la identificación con un candidato que encarnaba una coherencia indoblegable en su compromiso de barrer con el mal gobierno responsables de la tragedia que abate al venezolano de a pié.
El PSUV ante el polvo cósmico
Al PSUV se le presenta de nuevo la disyuntiva; la realidad le grita: el candidato maduro es un ancla al cuello que solo los terminará de hundir ante el pueblo.
Escuchemos a Chávez reflexionar sobre el destino de grandes partidos políticos de la historia”: “¿qué se ha hecho del gran Partido Comunista de la Unión Soviética? ¿Qué se hecho el partido de Lenin? Lo pulverizó la historia, lo pulverizó la corrupción, la burocracia, la falta de democracia interna, la falta de ideología, proyecto…”
Cuando Chavez se vio ante una arremetida de la derecha similar a la de hoy, apeló al pueblo, se resteó con él, convocó a los Florentinos a pelear contra el diablo.
Y es lo que debe hacer hoy el chavismo de base, presionar por una elección interna para escoger el candidato.
Frente a una dirigencia que ha dado la espalda al pueblo, el chavismo tiene la imperiosa necesidad de apelar al poder del voto. Es esencial organizar una primaria bolivariana que permita seleccionar a un candidato comprometido con el rescate del proyecto chavista y dispuesto a liderar el proceso de reconstrucción nacional. Existen candidatos potenciales tanto dentro del madurismo como en la disidencia chavista. Sin mencionar nombres específicos para mantener la esencia del mensaje, es fundamental comprender que solo a través del ejercicio activo de la participación democrática, siguiendo el modelo de democracia participativa y protagónica que Chávez promovió, el país podrá alejarse del precipicio que supone el proyecto de la derecha nacional. Un proyecto que, por cierto, muestra muchas similitudes con el del madurismo.